Diana Cruz y Abraham Llontop: campeones sudamericanos de lucha libre

Nicole Vásquez CubaFotos: Jenny ValdiviaHablar de lucha libre en nuestro país es casi utópico. Referirnos a este deporte nos lleva a imaginarnos hombres grandes, fuertes, con mucho músculo, pero no.

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Estudian en la universidad, trabajan para sostener su hogar y luego entrenan para seguir ganando medallas.
Estudian en la universidad, trabajan para sostener su hogar y luego entrenan para seguir ganando medallas.

Nicole Vásquez Cuba

Fotos: Jenny Valdivia

 Hablar de lucha libre en nuestro país es casi utópico. Referirnos a este deporte nos lleva a imaginarnos hombres grandes, fuertes, con mucho músculo, pero no. 

Esta es la historia de Diana y Abraham, casados más de 12 años, quienes comparten no solo el amor entre ellos y para con su bello Misael, de 8 años, sino también la pasión por la lucha libre que los unió cuando apenas tenían 13 años, y que ahora los lleva a celebrar entre algunos título locales, el ser campeones sudamericanos en esta disciplina.

ESTO ME CAMBIÓ LA VIDA

Desde muy joven le tocó liderar una familia, pero Abraham Llontop afirma que siempre supo que estaría listo para retos muy complejos.

—Cuando te enteraste que ibas a ser papá, ¿qué fue lo primero que pensaste?

—¡Uf! Me emocioné, luego pensé en mi familia con un poco de miedo (ríe). Pero hablé claro con todos y felizmente nos apoyaron.

—Eras consciente de que te tocaba enfrentar un reto muy importante...

—Sí, yo crecí en La Victoria. Mi infancia no fue fácil, así que siempre supe que me iba tocar salir adelante esforzándome.

—¿Te pusiste a trabajar de inmediato?

—Tenía que terminar de estudiar (tenía 16 años), así que trabajaba en lo que podía para darle los gustos a Diana.

—¿En algún momento pensaste en que no ibas a poder seguir con tu sueño de ser luchador?

—Sí, trabajé por mi cuenta para mantener a mi familia en diversas cosas, pero me llamaron un día para entrenar, me vieron y luego me preguntaron si quería participar en un torneo, participé y gané. Ahí me di cuenta de que esto era mi vida y que tenía que dedicarme.

—¿Qué hubiera pasado si no te dedicabas a la lucha?

—Ahorita, quizá estuviera en las calles, no sé si robando, pero sí haciendo cualquier otra cosa. Totalmente desordenado y desbandado.

—¿La lucha entonces cambió tu vida?

—El deporte en general, Diana y por supuesto mi hijo Misael. Ellos son todo para mí.

—El deporte te saca del vicio, pero en nuestro país, ¿alcanza para comer?

—No. Nosotros (Diana y él) tenemos que trabajar en otras cosas para que nos alcance. Además, estamos con la tensión de que si queremos un dinero extra, tenemos que ganar el torneo.

—Entonces, si Misael quiere algo bonito para Navidad...

—Nosotros trataremos de comprárselo, pero depende mucho de que ganemos. Gracias a Dios las cosas se siguen dando para bien nuestro.

MUJER VALIENTE

Diana tiene todo bajo control, es mujer, madre, esposa y, además, campeona de lucha libre. No hay quién pueda con ella, pero su humildad solo le permite sonreír ante los elogios.

—¿Cómo te conquistó Abraham?

—Yo era chica, me dejé deslumbrar (risas). No mentira, él siempre fue muy atento, eso me gustó.

—¿A qué edad se conocieron?

—Nos conocimos a los 13 años, entrenando. Mi papá era su entrenador y yo muy joven salí embarazada (15 años), lo tuve a Misael y desde ahí nos quedamos juntos, ahora lo compartimos todo: el trabajo, la universidad, incluso nuestros sueños y metas. Estamos tan conectados, tan entrelazados que así no querramos, siempre estamos juntos.

—¿Tu papá qué le dijo a él?

—Mi papá se quiso morir, se vino en contra de mí, no sobre él. Me dijo todo lo peor que se puedan imaginar que un padre le puede decir a su hija. Todo el año del embarazo no me habló.

—¿Cómo les va en la universidad?

—Él está en quinto año; y yo, en tercero. Estamos estudiando Educación Física en San Marcos, y felizmente nos va bien.

—¿Cómo haces para entrenar, estudiar y llevar bien una casa?

—Se hace lo que se puede. Abraham es muy colaborador, pero a mí se me hacen un poco más complicadas las cosas, porque tengo que adecuar mis horarios a lo que hacen ellos dos (Misael y Abraham). Tengo que estar al pendiente del colegio, además, debo dejar listas las cosas de un día para el otro, para que mi esposo se vaya a trabajar tranquilo y tener todo listo para irnos a entrenar.

—Qué valentía y fortaleza...

—Yo salí adelante gracias al apoyo de él. Abraham me apoyó en todo. No se despegó de nosotros hasta ahora y, pese a que muchos no creían que podíamos durar tanto, aquí estamos ahora disfrutando de los logros de nuestro hijo que también ya ganó su primer torneo.                                                   

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