Mónica Cabrejos y el misterio del amor

Definir el amor con un concepto universal es imposible porque cada uno de nosotros lo siente, vive y experimenta de manera distinta. Dicen los expertos en la materia que entre los cinco y ocho años de edad desarrollamos mapas mentales asociados con nuestros padres y serían indicativos futuros de un patrón de rasgos de la persona que vamos a amar durante nuestra vida.

LEE MÁS: Sexualidad: 6 técnicas para ser multiorgásmica 

Cuando encontramos a esa persona especial y anhelada por nuestros más profundos deseos el cerebro dispara la señal de alarma, nuestras hormonas entran en ebullición y se envían mensajes a diferentes glándulas del sistema nervioso central; por tanto aumenta la producción de los neurotransmisores –la adrenalina–,  razón por la cual sentimos los típicos síntomas del enamoramiento como el ritmo acelerado de la respiración, mariposas en el estómago, sudoración en la manos y esa extraña emoción recorriendo nuestro cuerpo. 

Me resisto a creer que el amor sea solo consecuencia de sustancias químicas en nuestro organismo; soy una ferviente creyente del amor verdadero, incondicional y duradero. Ese sentimiento profundo e inexplicable de preocupación por otra persona que nos ocasiona sensaciones de felicidad y motivación en nuestra vida.  

El deseo de estar con la pareja, de compartir nuestros deseos, sentimientos y secretos sin reservas, así como tener la certeza de que cualquiera que fuera la situación “esa persona” no nos traicionará. Este es el concepto más cercano al amor cuando intento definirlo con palabras.       

Sobre el amor y sus derivados tengo vasta experiencia. He visto frente a mis ojos como surge una atracción física y luego se convierte en una unión confiable y completa. El periodo de duración de una relación amorosa no depende de la intensidad de la pasión, del sentimiento, ni de la confianza; sino más bien del grado de madurez de los involucrados.   

El amor cambia con el tiempo, la rutina y los problemas de la vida. Bese apasionadamente, abrace fuerte y perdone pronto porque en cuestiones de amor; uno sabe cuando comienza, pero nunca cuando va a terminar.