Mónica Cabrejos explica por qué siempre estuvo cómoda con sus desnudos

En este artículo, Mónica Cabrejos comenta las razones por las que sus apariciones desnudas no resultaron un problema en su yo existencial.

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Una mañana de noviembre de 1997, mi trasero desnudo adornó los quioscos de periódicos a nivel nacional. Cada peruano curioso y morboso pugnaba por verme tal y como Dios me mandó al mundo: desnuda. Luego de la publicación de las 12 fotografías más eróticas de mi historia pública, conocí el pudor. 

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Sentir pudor, luego de mi desnudo, fue un milagro inesperado. Aunque ustedes no lo crean, me empecé a avergonzar cuando comprendí que el desnudo para muchos no tenía el mismo significado.  

Para mí era solo mostrar la piel, para otros algo inmoral, casi comparado con un pecado mortal.

Hasta el día de hoy no encuentro explicación al “horror” moral y social de un desnudo insignificante en mi vida. Considero haber hecho cosas mucho más negativas, perjudiciales e impublicables, como para que solo un poco de piel y audacia sean la causa de mi incierta reputación.

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Los más audaces se conformaban con creer que me desvestí por dinero e incluso miraban mi atrevimiento con cierta simpatía, pues valgan verdades, quien no ha fantaseado con molestar a los hipócritas fisgones con un acto de rebeldía pacífica como un desnudo.  

Los más conservadores atribuyen mi desfachatez a la falta de moral y los juzgadores compulsivos crearon una leyenda urbana sobre mi piel: “Solo una pu... prostituta, hija de su pu... madre, podría mostrar el monte de Venus”.

Así soy; faltosa y transgresora; con un gusto extremo por poner el dedo en la llaga por dónde más sangran los hipócritas.

Ser mujer no es fácil, vivir en una sociedad machista menos aún. Solo soy un tipo de mujer que lucha con sus armas, desde su bastión por igualdad y respeto. Somos muchas, distintas pero queremos lo mismo: Ser mujeres libres. 

Hace 20 años provoqué con mi piel, ahora provoco con mis ideas. Siempre estuve cómoda con el desnudo, con mi piel y con mi sexualidad; pero siempre me incomodó la hipocresía.

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