Mónica Quintanilla Bandín: “Quiero seguir la obra de mi madre”

Únete al canal de Whatsapp de El Popular
Dice que como su mamá lo dio todo por Caritas Felices decidió no abandor esa labor y se animó a sacarla adelante.
Dice que como su mamá lo dio todo por Caritas Felices decidió no abandor esa labor y se animó a sacarla adelante.

Antonio OrjedaFotografías: Ximena BarretoDécadas atrás, Rita Zizold se divorció y se unió a Ricardo, con quien en Chilca abrió una casa para niños abandonados. Junto a ellos crecieron los cuatro hijos de ella. Décadas después, tras haber crecido económicamente gracias a la compra y venta de autos y propiedades, abrió Caritas Felices, un albergue para menores de edad víctimas de violación.

Hoy tiene alzhéimer. Caritas Felices estaba a la deriva hasta que Mónica, la menor de sus hijos, asumió el control. Su tarea es titánica. Ahora vive con estas chicas en este alejado rincón de Lurín. Por ellas ha tenido que distanciarse de su hijo y de su pareja. Mónica ha comenzado a poner las cosas en orden, pero le urge ayuda. —Usted vivía tranquila en Costa Rica cuando se enteró de que su madre sufría de alzhéimer. Regresó. Está continuando su obra...—Sí. Cuando partí, hace cuatro años, ella estaba lúcida. Antes de ello, yo la acompañaba a recoger las donaciones, salíamos juntas, íbamos al cine… Mi mamá y yo éramos muy amigas.

—Debido a ese mal, su madre había comenzado a descuidar la obra que con tanto amor desarrolló...—Ella estaba sola. Mi mamá fundó este hogar con otras cinco personas, pero por distintas razones se fueron alejando. Quedaron ella, una tutora y la encargada de la cocina. El día que regresé, no podía ni ir al baño porque ¡no había cómo responder a tantas responsabilidades! Son 34 chicas. Yo decía: “Si son 34 chicas y no puedo con mi vida, ¡cómo habrá hecho mi mamá cuando eran 80!”. Como dice su doctor: el estrés que ella vivió debió causarle un shock.

—Cuando su madre creó este hogar, para usted no fue una sorpresa, pues desde niña la había visto acoger a niños abandonados; tal como ocurrió en Chilca...—Desde que tuvimos uso de razón, mis hermanos y yo supimos que le habíamos entregado nuestra mamá a los demás. Crecimos sin mamá. Se la prestamos a 40 niños. Pese a todo, yo me sentía orgullosa de lo que ella estaba haciendo, ¡y se lo decía! Y le prometí que la ayudaría en todo lo que yo pudiera.

—Hoy se lo está demostrando...—Sí.RECIBEN AYUDA

—En el Perú no existe otro hogar que acoja exclusivamente a niñas víctimas de violencia sexual...—No existe. Si ibas por la calle con mi mamá, te dabas cuenta de cómo se podía enternecer con los niños pobres. Hasta ahora, cuando nos cruzamos con alguna niña en el centro de Lurín, la invita a que venga. Yo le digo: “Mamá, ¡esto no es una guardería!”. Ella, ni cuenta.

—Pese al enorme servicio que brindan, no reciben ayuda del Estado...—Nos mandan arroz, aceite y menestras. Una vez al mes.

—¿A cuántas niñas acogen?—Ahorita son 34. ¡No podemos tener a más! Y esos víveres no alcanzan, por eso solicitamos ayuda. Antes, en Navidad, venían trayéndonos chocolatadas...

—Su madre, sin pretenderlo, comenzó a afectar aquello por lo que tanto había trabajado...—Claro, porque la gente venía y veía el abandono, las cosas que habían donado y que no eran usadas se estaban acumulando y malogrando. Pero nadie sabía lo que le estaba pasando a ella, no había quién les supiera explicar que no estaba en sus cabales.UNA TAREA ARDUA

—Usted ha asumido la responsabilidad de sacar adelante esto...—Lo que quiero, es limpiar el nombre de Caritas Felices; porque llegó un momento en el que nadie quería saber del hogar porque ¡venían y se llevaban una muy mala impresión!

—La tiene difícil: no solo tiene que ver por el hogar, sino también por su mamá...—Por mi mamá y por mis abuelos, que también viven acá.

—¿Qué edades tienen?—Ambos, casi 90 años. No pueden caminar, están en sillas de ruedas, hay que darles de comer. Mi abuela usa pañales, mi abuelo también los debería usar, pero no quiere. Y por lo visto, mi mamá pronto va a pasar también a esa etapa… Me ayudan dos voluntarias: una en la mañana y otra por las tardes. Cada una cubre tres horas, son voluntarias; se les paga con víveres. A veces me dicen que no vendrán al día siguiente y no puedo decirles nada porque no les pago. Así que, cuando no están, yo asumo su función.

—Además, tiene que ver por estas casi 40 chicas. Cada uno de sus casos debe ser terrible, pues no solo se trata de niñas de escasos recursos, sino que han sido atacadas sexualmente por alguien de su misma familia...—Sí. De verdad, uno necesita mucha fuerza para sobrellevar esto, porque a veces te provoca salir corriendo… Cuando llegué, el primer día, decía: “Señor, ¿qué es esto?”. Me estresaba mucho. Dios me ha ayudado, porque desde que pisé el hogar ha puesto en mi camino a gente muy buena; gracias a ellos yo he fortalecido mi fe.

—La opción de cerrar es una realidad...—Lo era. Pero no, mi mamá se ha matado por este hogar y no es justo que haya luchado tanto para que nosotros decidamos cerrar.

—Está claro cuál es su objetivo...—Yo quiero continuar su obra… Mi mamá ya hizo su parte, ahora le toca descansar.

—Su misión ahora es salir a vender su propuesta y conseguir auspicios...—¡Tenemos que reflotarlo! Tenemos que empezar de cero y pedir que por favor nos den una oportunidad.

—No puede sola, requiere el apoyo de voluntarios, especialistas, profesionales…—Necesitamos el apoyo ¡de todo el mundo! Tutores, psicólogos, médicos, dentistas… para que el hogar vuelva a ser el Caritas Felices que era cuando mi mamá lo tenía a su cargo.

“CON LAS JUSTAS PUEDO CON LAS CHICAS QUE TENEMOS”

—Usted va a continuar la labor de su madre no solo por el amor que siente por ella, sino también porque este albergue es muy necesario...—¡Sí! Si no estuvieran acá, estas chicas estarían de vuelta con su agresor, con quien las tocó, les pegó, las destrozó. Si no existiera este hogar… ¡En Lima no hay otro albergue que dé amparo a niñas que han sido víctimas de violación! Todos los días recibo llamadas planteándome dejar más niñas, pero no las puedo recibir porque con las justas tengo espacio, porque con las justas puedo con las que aquí tenemos.

—Esa es una razón más para luchar...—¡Sí! Porque, además, mi mamá, hasta el último centavo que recibió, lo puso acá. ¡Qué mayor ejemplo! Ella nunca pidió nada a cambio. ¡Toda su vida la concentró en esto!

SOBRE EL AUTOR:

Revisa todas las noticias escritas por el staff de redactores de El Popular.

Cargando MgId...