Mónica Cabrejos: cursilerías de mujeres

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Hace algunas noches, no pude evitar escuchar a mis vecinos de una habitación contigua a la mía en un pequeño hotel del interior del país, pese al cansancio acumulado del agotador día de trabajo los extraños ruidos de la pareja me obligaron a ser testigo del uso pleno de sus facultades sexuales.

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Durante los primeros minutos creí que mis vecinos disfrutaban a todo volumen de una película para adultos, pero con el transcurrir de las acciones pude concluir que estaban en vivo y en directo, separados de mí solo por una pared. 

La dama hacía gala de una calidad histriónica envidiable, digna de un reconocimiento. Sus gritos eran exagerados pero lo más ridículo de la fingida mujer eran sus expresiones en un masticado inglés, típicas de las “porno star”.

Mantuve despierta hasta altísimas horas de la madrugada más que por morbo, por diversión; luego de alcanzar un falso final, la mujer cambió su actitud de “femme fatale” para transformarse en una niña de risitas impostadas. 

Si la cualidad de cursi es una pantomima a la elegancia, una cursilería sexual es una pésima representación. Ni hombres ni mujeres nos salvamos de la huachafería la hora del sexo y del amor. Aquí algunas de las más comunes huachaferías femeninas en el ring de la pasión.

El falso pudor. Con el único fin de disimular una vida sexual plena, algo natural en el ser humano, pero inmoral para algunos de doble discurso. Frases como “soy virgen”, “apaga la luz que me da vergüenza”, “despacio que me duele”, “tú eres el primero, luego de mi separación”. 

La falsa excitación. Se necesita gran capacidad histriónica fingiendo exagerado placer, haciendo uso de gritos impostados y frases prefabricadas en la industria del porno (como mi vecina en el hotel).   Expresiones trilladas como “Oh my god”, “¡Yes!” “¡Sí!”, “Dios mío”, “auuuuuuuuuuuuuuu”.

El falso romanticismo. El máximo afrodisiaco en una pareja unida por el amor es un “te amo” o un “te quiero” real durante el sexo.

En el momento correcto, escuchar estas palabras pueden ser el detonante de la explosión de tu ser para llevarte al goce máximo, pero cuando son falsas, forzadas y carentes de todo valor resultan ser un matapasiones.

El sobrenombre genital. Mujeres adultas, experimentadas y conocedoras del sexo pero con la creencia de que utilizar sobrenombres -para referirse a los genitales durante el acto- las convierte frente a los ojos de su compañero en damas inocentes y delicadas. 

“Tu pipí”, “tu pirulín”, “tu pipilín”, “tu chapulín colorado”, “tu Manuelito” (si él se llama Manuel). “Mi cosita”, “mi Pochita”, “mi virtud”, “mi galletita”; y si a todas estas huachaferías se le imprime un tono de voz inocente, cándido e infantil con seguridad serás la causante de una eventual disfunción eréctil en tu pareja. 

Nosotras, somos las únicas que podemos despojarnos de falsas culpas y sentimientos negativos por vivir nuestra sexualidad.

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