Mónica Cabrejos: "El fetiche favorito"

La escritora Mónica Cabrejos esta semana nos habla de una parte irresistible del cuerpo tanto para los hombres como para las mujeres: el derrier. La fascinación por este vendría desde la pre-historia.

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Un buen derrier femenino ha inspirado a grandes artistas
Un buen derrier femenino ha inspirado a grandes artistas

Ahí donde acaba la espalda se encuentra la parte del cuerpo femenino más carnosa, abultada y sobresaliente. Aquella obra de ingeniería genética (natural o producto de la estética artificial) acapara la atención de los varones de una manera notable. El derrier, trasero o colita es el fetiche sexual más admirado en nuestro país.  

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El trasero de una mujer es un extraordinario, eficaz e inmediato estímulo sexual para un varón. Los expertos aseguran que una buena colita puede llegar a poseer propiedades curativas, considerándolo un remedio para la disfunción eréctil o, por ejemplo, ver un derrier contorneándose puede reducir el nivel de estrés en los hombres.

El impulso varonil de observar las nalgas es incontrolable e inconsciente y viene desde la época de la evolución en la cual la mirada de uno y el trasero del otro se encontraban a la misma altura, pues andábamos sobre nuestras cuatro extremidades. 

Otra teoría asegura que durante la pre-historia de la raza humana, las hembras primates atraían a los machos moviendo las posaderas y eran fecundadas por detrás; a pesar de los siglos, los machos mantienen intacta su primigenia obsesión sexual. 

Los buenos traseros han logrado inspirar a pintores, escultores, poetas y cantantes. Una buena colita tiene asegurado un lugar en nuestra machista sociedad; aunque vaya relleno de “aceite de avión”. 

Las modelos más fashion de Lima seguirán sacándose los ojos en las pasarelas para saber quién posee la colita más aplaudida y celebrada de los calentones. 

Un derrier bien proporcionado, de aspecto saludable, alegre y coquetón, no garantiza ninguna bondad especial en el talento amatorio de una dama, pero sí le representa a un hombre el hecho de poseerla como una forma de dominación. 

Amable lectora, no puede negar que alguna vez sus distraídos ojos se posaron casualmente en algún derrier masculino. ¿Me equivoco? 

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